La afirmación de Cruz, quien es actualmente el número cuatro del peso pluma en el mundo, no es para menos. El púgil, que también compitió en las Olimpiadas de Sydney, Australia, está activo en un deporte cuyo mundo tradicionalmente se ha percibido y construido como uno en donde la hipermasculinidad y la heteronormatividad son la orden del día, negándole espacio a las sexualidades alternativas. “Decidí ser libre”, dice Orlando Cruz mientras contempla su ciudad natal, San Juan, desde el balcón de su apartamento. El puertorriqueño, de 31 años, se convirtió hace unas semanas en el primer boxeador abiertamente gay. “Me llamarán maricón”, continúa irónico mientras hace cosquillas a Bam-Bam, su perro salchicha, “y no me importa. Ya no pueden hacerme daño.