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¡Cinismo!

-Maricón, eres un maricón depravado, gritaba el niño de los Peláez.
-¡Niño! Decía el padre. ¡Eso no se dice!
En cuanto Rufo se dio la vuelta, el padre le decía al niño -¡Que sea la última vez, que nos dejas en ridículo!
-Pero papá, Rufo es maricón.
-Ya, pero eso no se dice. Y menos si no te toca.
-Pero tu dices siempre que los maricones son unos enfermos.
-¡Que te calles ya niño!



Fútbol. Hace tiempo que dejó de gustarme como fenómeno de masas. Porque hace tiempo que el fútbol, ya no es un deporte, sino una guerra de frustraciones. Una guerra dónde algunos degenerados desahogan sus penas, excitan sus sentimientos más primitivos y convierten en felicidad algo tan antiguo como el mal del contrario.


Hace treinta años, podías ir al fondo sur del Calderón a ver un partido sin que tu vida corriera peligro. Hace treinta años, un niño podía ir al Nou Camp con una camiseta del Madrid sin que algún exaltado quisiera matarlo. Hace treinta años no podías estar en los alrededores del Bernabeu sólo con una camiseta del Atlético, pero si podías entrar al campo sin que te pasara nada.


Ahora, exaltados fascistas, con el beneplácito de los clubes, con la excusa de que son el alma del equipo, el jugador número doce, pululan por casi todos los campos de España. Buscan pelea, arremeten contra el contrario con violencia y no dudan en clavar un cuchillo a quién les molesta, aunque no haya hecho absolutamente nada, sólo por llevar una bufanda, una gorra o una camiseta del equipo enemigo.


Los clubes son culpables por albergar a estos indecentes. Por darles cobijo e instalaciones. Por pagarles los viajes y las entradas. Por ser cómplices en la sombra.


Pero también lo son los periodistas deportivos. Esos que hacen del fútbol la guerra, de cada partido una batalla y que buscan noticia, allí dónde no la hay, sembrando odio entre aficiones, dando informaciones erróneas cuando no falsas y alabando la actitud de los indeseables cuando creen que benefician al equipo.


Pero quién es más culpable es quién cree que estos indeseables fascistas no merecen ser ilegalizados. Quién les deja andar por la calle con sus esvásticas, quién les deja acongojar al personal sin tomar medidas y quién cree que por el hecho de ser afín a su ideología no son peligrosos. Tal vez si la señora Delegada del Gobierno de Madrid, hubiera dedicado la mitad de recursos de los que dedicó el sábado a las Marchas de la dignidad, a controlar a estos energúmenos, ahora, no estaríamos hablando de un hooligan muerto. 
Si se hubiera dedicado una décima parte de los esfuerzos que se dedicaron a arrancar banderas republicanas en la coronación del rey, a arrancar banderas neonazis, no estaríamos hablando de esta gentuza que se reta a través del Whatsapp para matarse. Si se dedicaran los mismos esfuerzos que se dedican a la caza de brujas de comentarios indeseables en facebook o twitter sobre el rey, la ETA o el PP a la caza de los mismos pero contra Pablo Iglesias o contra IU, entonces estos indeseables no se moverían con la absoluta impunidad con la que lo hacen.
Estamos en un país cuyo desgobierno no sólo no condena el franquismo, sino que lo promociona. Un desgobierno que prefiere el palo, la mordaza y el fascismo, antes que la libertad y la opinión de los ciudadanos. Y así nos va.
Fuente: Celemín La tronera