Michael, la penúltima curva del destino
Después de 306 grandes premios de Fórmula Uno, de recorrer más de 80.000 kilómetros en los circuitos de todo el mundo, de haber rodado a más de 300 km/h mientras realizaba adelantamientos suicidas y tras tomar mil curvas a velocidades temerarias, Michael Schumacher aprendió a hacer del peligro, una rutina. Y del riesgo, costumbre.
Sólo de esa manera se pueden conquistar siete campeonatos del mundo, dos con Benetton (1994 y 1995) y cinco con Ferrari (entre 2000 y 2004), superando al mítico Juan Manuel Fangio. La historia de Schumacher forja una leyenda de carácter de hierro y determinación de acero, elementos cruciales para un hombre empeñado en buscar los límites del coche y en explorar los de su propia capacidad para la conducción.
Quizá por todo eso resulta paradójico que Schumacher, el tipo que se ha jugado el pellejo en cada curva, desafiando las leyes de la física, haya tenido que sufrir una mala jugada del destino y ver su vida comprometida después de un accidente de esquí. Todo podría haber quedado en una simple anécdota, un accidente sin importancia, de esos en los que un amante del riesgo, en busca de una pizca de emoción, acaba dándose un pequeño susto. Nada que ver. Su cabeza chocó contra una piedra y ahora se debate entre la vida y la muerte.
Quizá por todo eso resulta paradójico que Schumacher, el tipo que se ha jugado el pellejo en cada curva, desafiando las leyes de la física, haya tenido que sufrir una mala jugada del destino y ver su vida comprometida después de un accidente de esquí. Todo podría haber quedado en una simple anécdota, un accidente sin importancia, de esos en los que un amante del riesgo, en busca de una pizca de emoción, acaba dándose un pequeño susto. Nada que ver. Su cabeza chocó contra una piedra y ahora se debate entre la vida y la muerte.
Los médicos afirman el casco fue vital para poder salvar su vida. Michael se encuentra en estado crítico, en coma artificial, presenta un hematoma craneal y una lesión mucho más grave, un edema cerebral. Se trabaja en su caso hora a hora y los médicos no pueden ni quieren pronunciarse sobre el futuro del campeón.
El deporte sigue conmocionado por Schumacher y se vuelca en torno a su recuperación. Mensajes de ánimo y esperanza inundan las redes sociales y tanto los admiradores de las gestas de Michael como sus detractores, se han unido para desear lo mejor a un hombre que, caprichos del destino, pelea por su vida donde menos podía esperarse. Michael Schumacher está corriendo el Gran Premio más importante de su vida postrado en la cama de un hospital de Grenoble.
Esta vez, ver la bandera a cuadros será un proceso de tiempo y una cuestión de paciencia, de no rendirse, porque la carrera está complicada. Michael no conduce el mejor coche y está lejos de la cabeza, pero si existe alguien con la determinación de poder lograr metas imposibles, ese es Schumacher. El mundo eleva una plegaria por el campeón y confía en que vuelva a conseguir lo que parece imposible: pisar el acelerador a fondo, adelantar a la muerte y arrancarle las pegatinas en la penúltima curva del destino.
Rubén Uría