Crisis, tres crisis: Barcelona Regal, Real Madrid y Angeles Lakers.
La única crisis que no padecemos es la de chorizos (como mucho sería una crisis de abundancia) donde gozamos de una salud de hierro. Ahora bien, si existe un universo en el que estamos familiarizados desde hace mucho tiempo con este concepto, es el del mundo del deporte.
Ahora mismo estamos asistiendo en vivo y en directo a tres crisis de calado. La del Barcelona de baloncesto, la del Madrid de fútbol y a nueve horas de diferencia, la de los Angeles Lakers.
Según un estudio de la Universidad de Twins Falls (Idaho, EEUU, muy cerca del Parque Nacional de Yellowstone) la última vez que en todas las páginas de un diario deportivo español no se escribió ni una sola vez la palabra crisis, fue en la edición del As del 14 de Febrero de 1963. En los equipos, las aficiones y los medios de comunicación, las crisis pueden nacer, crecer, reproducirse y morir en tiempo variable que va desde los dos días hasta años. A veces cuenta con una base real y otras son producto de la imaginación de alguna de las partes. Es lo que tienen espacios tan emocionales como los deportivos, que es como vivir en el Dragon Kahn de Portaventura.
Ahora mismo estamos asistiendo en vivo y en directo a tres crisis de calado. La del Barcelona de baloncesto, la del Madrid de fútbol y a nueve horas de diferencia, la de los Angeles Lakers. Llámalo crisis, llámalo mal momento, no hay duda que su situación dista mucho de ser la esperada por todos, empezando por ellos mismos. Llamados a ser protagonistas, lo son pero más por sus tropiezos que por sus aciertos. Rasquemos un poco para ver qué sale.
La del Barcelona
Ni los más viejos del lugar recuerdan un Barcelona tan desangelado como el que llevamos observando desde casi el inicio de la Liga Endesa. Sólo sacudido a veces por Navarro, sus problemas abarcan ya todos los rincones, los aptitudinales y tambien los relacionados con la actitud. El juego es muy deficiente, su fortaleza anímica deja mucho que desear, jugadores básicos como Lorbek (quíen le ha visto y quién le ve) o Marcelinho (muy penalizado el brasileño por un estilo de juego más de tanque que de bólido de carreras) no rompen, se echa de menos la consistencia defensiva que daban N´Dong y Fran Vázquez, la nómina de tiradores es la más limitada de los últimos años y de los jóvenes ni hablamos.
Existe la teoría que quizás en tiempos de crisis no resulta conveniente cargarles con el mochuelo a los más noveles, y son los veteranos los que tienen la responsabilidad de sacar hacia delante la situación. Vale, pero cuando un equipo está plano como lo está ahora el Barcelona, no veo tampoco mucho donde está el riesgo.
Peores partidos que unos cuantos que ha hecho, es difícil. La mejor noticia para los culés es que a día de hoy nada está perdido. Metido en la Copa casi con calzador, en cuatro semanas partirá de cero en la disputa del primer título de la temporada. La Liga se decide dentro de cuatro meses y en la Euroliga su posición es buena. Vamos, que lo mismo en Junio estamos hablando de una gran temporada, aunque para ello deba darse la vuelta como un calcetín y sobre todo recuperar el tono vital, el entusiasmo, el placer de jugar a baloncesto y hacer desaparecer la imagen de equipo atormentado que muestran últimamente.
La del Madrid
Esta es harina de otro costal, pues la crisis deportiva se ve acompañada con cierta fractura social, sobre todo alrededor de su entrenador, convertido en centro y vértice de una dosis infernal de ruido. Dejando las opiniones a un lado, pues para gustos están hechos los colores, vayamos con los datos. Lo primero, a la vista y consensuado por todo el mundo, es que el juego está siendo muy deficitario, verdad palmaria reconocida por jugadores, afición y medios.
A partir de esta evidencia, llegan las interpretaciones y como no, el reparto de responsabilidades. No entraré en quien fue antes, el huevo o la gallina, pero detrás de lo visto en el terreno de juego se adivina un colectivo desorientado, sorprendido por el curso de los acontecimientos, alterado por un sin fin de problemáticas que en lugar de decrecer, aumentan semana a semana. La digestión de su buena temporada pasada está siendo todo menos apacible, los rumores de división interna son cada vez más sonoros, las decisiones del entrenador arrastran, intencionadamente o no, excesivas controversias y da la sensación que cualquier día de estos se va a montar una buena.
Si esto es la causa del mal juego o si el mal juego y las primeras derrotas han provocado esta situación es algo que resulta dificil de discernir. Pero sea el orden que sea, la realidad parece querer indicar que o el Madrid encuentra una tregua en su convulso camino o terminará perdiendo lo que todavía tiene a su alcance. Ahora mismo parece más cerca esto último que cualquier otra cosa.
La de los Lakers
A mitad de camino de las dos ya comentadas, nos encontramos con la que se está viviendo en Los Angeles. Las grandes esperanzas depositadas con los fichajes de Howard y Nash han desaparecido por completo, su juego es una ruina y quizás lo peor de todo, no existe ningún indicio racional para pensar que la cosa vaya a cambiar. Bueno, sí, supongo que en algún momento empezaran a ganar más que a perder, pero sólo desde cierta locura se podría pensar que Los Lakers tienen algo que decir en esta liga.
El cambio de entrenador y estilo ha confundido más que esclarecido y en esta temporada han logrado lo que nadie consiguió antes, echar a Tio Jack del Staples Center, harto de tanto ejercicio de impotencia. Como ocurre siempre, el desatino colectivo cambia la percepción individual. Cuatro meses después de mostrarse como un equipo a la altura de la leyenda amarilla, todo es bien diferente. Steve Nash parece demasiado mayor para tanto trote, Kobe parece incidir en su egoismo, Pau parece un paquete con el que no saben que hacer y Howard no parece ir más allá de un musculitos con poco raciocinio incapaz de cualquier tipo de liderazgo y más dispuesto al cachondeo que a currarselo defensivamente, aparte de algún que otro tapón estratosférico. Vamos, que de Fab Four, poco o nada.
Juanma Iturriaga